viernes, 29 de febrero de 2008
Heaven
Ojos Grandes mira el cielo. Las nubes hacen distintas formaciones en un espectáculo sólo para ella. El iris de café brillante y hojas de girasol se torna en mar conforme eleva la barbilla. Su pupila, como la luna cuando sale a pasear a media tarde, parece más pequeña ante tanta luz. Muy pocos se detienen a mirar qué hay en el techo del mundo. A mí me gusta acostarme sobre el pasto y extender los brazos a los lados mientras el planeta da vueltas, sentir en el cuerpo cómo se mueve entre el tráfico de astros en el universo. Las nubes pasan corriendo allá arriba, sobre las copas verdes de los árboles. El pecho con su respirar también participa en la sinfonía de los pájaros. Ya había olvidado esta sensación. Es muy parecida a cuando observo a Ojos Grandes mirar el cielo. He llegado a pensar que ella misma es parte de él. Tiene la misma luz intensa cuando se ríe y los rayos de luces bajan por su cabello. Pero Ojos Grandes es sólo un sueño. Una estación de radio me regresa a la realidad y tengo que acelerar y frenar en el Viaducto. Ojos Grandes de nuevo aparece, su voz canta a Enrique Iglesias. Yo no me sé la canción, pero me gusta. Habla sobre dónde han quedado las cosas. Tal vez estén allá en el cielo. No lo he intentado, ¿alcanzarán los brazos para buscar en él? Luego de los comerciales, RBD toca Inalcanzable; enfrente, un espectacular tiene regado los pedazos de un niño descalcificado. Armar el rompecabezas quizá sea el primer paso, después cenar medio litro de leche. Ahora estoy despierto y por supuesto Ojos Grandes no está. Es probable que ahora mismo ella, entre la gente que vive en el país de los sueños, mire el cielo y le tome fotos con su celular. No lo sé, pero he comprendido que basta subir la vista, o cerrar los ojos, para desde cualquier lugar encontrarme con el iris café brillante y hojas de girasol de Ojos Grandes. Creo que ella misma es parte del cielo.
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