jueves, 5 de julio de 2007

Aquella nariz roja


Cuando desperté, mi nariz era otra. Todavía más ancha y más roja. El frío de la anestesia se extendió rápido en mi cuerpo, incluso por aquella nariz. Ahora la mesa y mi vida parecen más derechas, pero la nariz de antes no estaba mal. A veces bromeaba al aire para no dejarlo entrar, pero al final yo no moría de asfixia. Me había acompañado 38 años e iba de acuerdo con mi forma de pensar: no me gusta mucho lo que esté tan aburridamente derecho. En el quirófano, acostado con la vista a unas psicodélicas lámparas que no dejaban de asustarme, unos seres extraños con máscaras caminaban al lado de la estrecha plancha en la que se iba a efectuar la secreta operación. Y alrededor, todo eran aparatos con lucecitas y bips que hacían eco a mis latidos. Después, me dormí, muy lento se desvanecieron en mis oídos las letras de 'Despiértame cuando te vayas' de Wham que jugaban a corretearse por la sala saliendo de Radio Red; era una señal del mundo exterior en ese recóndito cuarto alejado de mi imaginación. Ahí fue donde en sólo dos horas cambió mi nariz, que por fortuna no ha perdido el color a pesar de que ha pasado una semana de la cirugía, y continúa un poco inflamada. Yo no quiero que deje de ser roja, así me gusta a mí, y es que combina con mis zapatos y mi cabello. Eso siempre me ha hecho reír.

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