viernes, 6 de junio de 2008
Caballero de la noche
Al Caballero Nocturno le gustan las sombras porque son habitantes que no hacen ruido. Las ha visto saludarse con los fantasmas en alguna pared cuando las trepa en las noches antes de perderse en los resquicios de las damas que duermen desnudas. No se hablan cuando se encuentran, ellas piensan que él también lo es y vuelven a cerrar los ojos recostadas bocabajo dispuestas a recibirlo. En la madrugada sus pasos sobre la acera adormilada juegan a imitar su caminar en las fachadas con la luna como sereno y la neblina en la nariz. El adoquín bosteza y el viento frío también mete sus manos en la gabardina. El Caballero Nocturno quizá también sea una sombra. Ningún otro hombre lo ha visto, sólo hay una escalera que permanece erguida en el espejo luego del amanecer. Él es de la noche, compañero de los faroles, en el mundo de los que no duermen; se mueve despacio porque ya ha corrido, le gusta el silencio, ese que es roto por el goce de no ser visto.
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