jueves, 27 de septiembre de 2007
Botas Vs sandalias
Disparar contra una multitud... Monjes budistas con su caminar, cantos y rezos como única arma para condenar un régimen militar despótico, oscurantista, supersticioso y paranoico; la fuerza contra la democracia; población civil que vive en la pobreza en un país que tiene petróleo, gas y piedras preciosas, pero que se ha convertido en el segundo mayor productor mundial de heroína después de Afganistán; elecciones a las que los generales no respetan resultados; la construcción desde 2005 de una nueva capital-búnker –con túneles subterráneos antiataques aéreos– para refugio de los dictadores; los gritos de 'Venceremos' contra el chillido metálico de las balas, el picor del gas lacrimógeno, el garrote empuñado; descontento que crece, junto con el temor a una mayor represión... En 1998, también en Birmania, la exigencia de apertura y democracia llevó a la muerte a 3,000 personas.
lunes, 24 de septiembre de 2007
Bip y el otro silencio
Durante medio siglo Marcel Marceau habló sin sonidos por el mundo. Ahora ha pasado a otra dimensión –en la que dicen no es necesario tampoco pronunciar palabras– para emocionar a los muertos. Ya lo veo con el rostro pintado de blanco, sus zapatos blandos y su desvencijado sombrero adornado con una flor roja, en un escenario oscuro, en completo silencio, con sólo un haz de luz siguiéndolo mientras camina contra el viento, aunque allá tal vez éste no exista. No importa, él lo hará imaginar.
martes, 18 de septiembre de 2007
No te vuelvas a ir
Sabes que te deseo, a la distancia mi aliento ha fluido por tu cuerpo para caer en gotas de sudor. Nuestras bocas dispuestas ya no reconocen sus sabores, pienso que la tuya guarda nuevos secretos. Estás en algún lugar de mi memoria –recorrí sus pasillos en una tarde de lluvia y pozole verde, así te encontré– pero no te puedo tocar, eso me hace reír aunque termino por dudar, acompañado por una lágrima con sabor a tequila, si te conocí. Y a ti te divierte aunque finges tener frío insinuando que te abrace. Lo sé cuando cierro los ojos y me asomo a los tuyos en intentos fallidos por saber para quién es la música de tu corazón, porque no es la nuestra. Quisiera bailar el ritmo cadencioso que tú conoces alrededor de tu ombligo, volver a esos pechos que escondes y mojarme con tu sexo como cuando... Tal vez no hayas sido verdad, o yo mismo sólo sea una idea, el último rasguño de la pasión se ha borrado; sin embargo de otra forma no serías parte de mi pensamiento, entonces ¿por qué no puedo alcanzar el calor de tu piel? Ignoro en qué lugar del mundo te encuentres, aunque estoy seguro que cuando mis dedos rocen tu recuerdo, el estremecimiento que sientas borrará los años y entonces te harás real. Entonces ya no te querrás marchar.
lunes, 17 de septiembre de 2007
¿Qué hacen nuestros héroes?
Vivir en México no ofrece otra opción más que el heroísmo. Pero aquí los trajes y las capuchas no se ven porque el anonimato lo domina todo. Nadie se sorprende de los superpoderes del otro, los gadgets son muy caros y los enemigos van más allá de la ficción: hambre, carestía, abuso de poder, deudas, falta de vivienda, altos impuestos... Todos los días hombres y mujeres se enfrentan a estos enemigos y, a pesar de sus cuerpos extenuados y sus ropas percudidas, salen victoriosos. Algunos de estos personajes, fastidiados por tener siempre a los mismos adversarios, han decidido cambiar de escenario, irse a otro país, al Norte, donde los superhéroes y su vestimenta son otros y su lucha por la justicia es distinta, entonces se da una fusión extraña que una fotógrafa, Dulce Pinzón, logró captar en plena acción entre los rascacielos de Nueva York:
Jugando a los soldados
¿Que no en México el Código Penal Federal prohíbe utilizar públicamente uniformes, insignias o grados del Ejército o corporaciones policiacas a quienes no les correspondan, bajo el cargo de usurpación de funciones? El presidente es el comandante supremo de las fuerzas armadas, pero ¿sus pequeños hijos adquieren los grados de mayor –una estrella– y teniente coronel –dos estrellas–? Según esto, el artículo 250 fracción IV del Código Federal describe que el uso de credenciales de servidor público, condecoraciones, uniformes, grados jerárquicos, divisas, insignias o siglas por quien no tenga derecho, le corresponde una pena de entre uno y seis años de prisión y multa de cien a trescientos días de salario mínimo. Y podrá aumentarse la pena hasta la mitad de su duración y cuantía, cuando sean de uso exclusivo de las Fuerzas Armadas Mexicanas o de alguna corporación policial. Algo parecido sucedió en enero pasado, cuando sobre su ropa de civil el presidente se colocó una chamarra militar, lo cual prohibe la legislación castrense.
viernes, 14 de septiembre de 2007
Butaca de piedra
Desde aquella noche me ha fascinado su encanto. El café frío, sin vaho, me hace disfrutar más aquella sonrisa. La vi en un periódico que encontré y por eso ahora hablo solo, la gente dice que estoy loco. Yo no soy hombre de películas, prefiero mirar desde mi butaca de cemento, las palomitas son de verdad no de maíz. Lo sé, tal vez ella nunca quiera tomarme del brazo para que caminemos ni me deje abrazarla por la cintura, pasar mis dedos por sus mejillas, tocar sus aretes de piedras, mirarme a los ojos o que le preste mi abrigo si siente frío. Me basta que exista. Además, tengo la esperanza de que algún día pase por aquí y la invite a sentarse conmigo para buscar estrellas cuando comience a anochecer. Al final, aunque los mundos parecen distintos, estamos en el mismo planeta. No la voy a buscar, todavía tengo el periódico.
Calles para el viento
A veces no quisiera escuchar el despertador para no tener que abrir los ojos. A veces estoy más receptivo, como todos, a la violencia en las calles. En otras ocasiones, por supuesto, me vale madres. Sin embargo, no he dejado de soñar. Y he imaginado que en lugar de pleitos, gritos, balazos, asaltos, abusos, estupideces, por un instante, al menos, las calles quedaran desiertas de todo eso y uno pudiera caminar, respirar el viento transparente, jugar sin la amenaza de las nubes o de la intolerancia. Pero lo mejor de todo, es que no soy el único que lo ha deseado.
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