lunes, 21 de abril de 2008

Las balas que rompen la voz


La abuela trae las trenzas blancas desechas, igual que su corazón. Gregoria Agustina, siempre en silencio, como el que hoy parece una gelatina sobre la sierra mixteca de Oaxaca, extiende frente a sí un vestido triqui, quizá como un escudo para que ya no entre el dolor que, para no estallar, sale por sus ojos negros. Pero sí entra, por las cinco rasgaduras del bordado, en la parte trasera, por las mismas que entraron las balas que enmudecieron a su nieta Felícitas Martínez, locutora de La voz que rompe el silencio, y a su compañera Teresa Bautista. Desde lo alto de las montañas y cerros áridos que rodean a San Juan Copala sus voces cayeron al suelo por el violento tronar de los disparos cobardes. ¿Es justo que un simple proyectil, un pedazo de metal con pólvora, tenga más poder que la vida misma? ¿Por qué las voces indígenas, esas que están allá escondidas, sólo resuenan cuando se les calla? En las comunidades alejadas de México la impunidad y el abuso como respuesta a sus necesidades es cosa que se come con tortillas y, si alcanza por la maldita pobreza, con frijoles. A los conflictos por diferencias de opinión, secuestros, asesinatos, venganzas, violaciones de mujeres, emboscadas, violencia y maltratos las autoridades sólo hacen como que inician la averiguación y el tiempo es el que la termina, por el olvido. Esto pasa en Oaxaca, en Guerrero, en Veracruz y en todos los poblados distantes donde la justicia a la dignidad no se pasea por no ser sitios turísticos o porque no hay fotógrafos de la prensa para que el político hipócrita pose con alguna obrita y crea que por salir en el periódico ya engañó a la gente. ¿No es ridículo eso de que la anciana indígena de 72 años Ernestina Ascensión, violada por soldados en Tetlatzinga, Veracruz, murió por 'gastritis crónica no atendida'? El tremendo estrés a causa de situaciones como una violación tumultuaria por supuesto que puede llevar a una gastritis. Y luego intimidar y callar a la familia con dinero. Es la forma vergonzante de manejar el poder. ¿Habrá los suficientes argumentos denigrantes, balas cobardes, amenazas, intimidaciones y agresiones para silenciar a periodistas, luchadores sociales, defensores de los derechos y todas las voces que se atreven a romper el silencio?

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