miércoles, 13 de junio de 2007

Vencer el propio límite


Todos los músculos del patinador esperan. En su cuerpo los fluidos se arrastran más despacio, puede escuchar los que recorren sus arterias; imperceptibles destellos eléctricos tienen atenta a la piel, que está caliente bajo la lycra. Las pupilas en realidad no ven nada al frente, el mapa de la pista ya está ingresado a la computadora del cerebro. Es una animal que va a la caza del tiempo. Las ruedas de sus máquinas ya han identificado el camino, no se ve pero se inclinan a un lado y al otro buscando no perder la armonía con los pulmones. Es la lucha del hombre con la naturaleza. No hace viento, todavía el aire está intacto pero se cortará con las poderosas cuchillas de las zancadas. La respiración se ha replegado para aumentar la potencia. Hay espectadores pero él está solo, su ínica arma es su propio coraje. Los enemigos, invisibles, se han distribuido en escuadrones de milésimas, segundos y minutos, que son la artillería pesada. Tendrá que atravesarlos con su casco o hacerlos a un lado con los brazos. En otras partes del planeta nuevos combatientes se preparan sobre el asfalto. Pero él ya lo hizo, ahora el piso ha cambiado. No importa el país. La raza humana ha sido desafiada. Sin importar los idiomas sólo lo que se quiere es una nueva marca, el tatuaje de campeón. Tener al tiempo derribado. Ha llegado la hora, los elementos de la Tierra están a la expectativa. En este momento ya la adrenalina ha tomado el control del cuerpo. Todo esto ha pasado y él aún no respira. Al final lo que cuenta es vencerse a uno mismo, a él mismo.

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