jueves, 24 de abril de 2008

El convite de los dioses

Los antiguos dioses mexicanos hicieron estallar los volcanes para construir con sus piedras el metate y el molcajete. Centeotl, la diosa del maíz, se los pidió para convidarlos. Una tarde llegaron de todas las ciudades y, tras bajar del arco iris, atravesaron el humo de los braseros encendidos del extraño recinto que, bañado en las penumbras, olía a chile, tomates verdes y jitomates que se asaban al fuego vivo. En aquella habitación las siluetas inquietas –Chicomecóatl, con su penacho de papel decorado, traía en las manos mazorcas de maíz; Tláloc, con la lluvia, había proveído los alimentos; Xipe-Tótec cargaba un brasero sobre su espalda; Nanauatzin había apagado el sol– observaron jicaras de guaje y bules repletos de agua, y en la piedra de sacrificios montones de insectos como jumiles, ahuautles, chahuis, acociles, cuetlas, chinicuiles, cupiches, escamoles, titoicocos, chapulines, moscos, hormigas, gusanos de maguey, 96 especies en total. También había carne de víbora de cascabel, guajolote, pato, chachalaca, chichicuilote, liebre, venado, manatí, chango, armadillo, jabalí y perros xoloitzcuintle; semillas de amaranto, cacao, chía, cacahuate, girasol y piñón. Cestos con ejotes, guajes, mezquite, guamúchil, huaynacaxtle, cuauhpinole y jinicuil; quelites, chaya y choyo; flores de calabaza, tuca o chocha, frijol, ayocote, garambullo, colorín, huauhzontle, golumbos, cocuite, biznaga y alaches; chayote, chilacayote, mamey, aguacate, anona, chirimoya, papaya, guanábana, chocizapote, changunga, zapotes, ciruelas, guayaba, pitaya, pitahaya, tuna, xoconoxtle; camote, jícama, chinchayote, yuca y guacamote. Los dioses, salvo la anfitriona Centeotl, estaban asombrados con lo que habían creado los hombres como ofrendas a sí mismos. Siguieron caminando en el recinto y observaron cómo los pechos desnudos de algunas mujeres se balanceaban mientras el metlapil deshacía los granos de maíz sobre rectángulos de piedra saturados de las muchas especias conocidas. Otras machacaban en una cuenca, tejolote en mano, los alimentos que habían estado en las brasas. Los comallis,sobre los que habían ollas y tortillas o tlexcallis con distintas figuras, descansaban en cuatro tenamaxtles. Mayahuel, la diosa del maguey, con sus múltiples senos con que alimentaba a sus hijos con pulque, comenzó a repartir la bebida a los demás dioses. Después tomaron de todos los atoles –con miel, con chile amarillo, con harina–, y los tamallis. El olor de las hierbas aromáticas los envolvió. Los dioses entraron en éxtasis. La cocina se convirtió en una orgía de sabores. Las pasiones estallaban en eructos. La esencia de la sangre de los valerosos guerreros y de las mujeres muertas en el parto no era tan deliciosa. Después ya no se supo más. En la Ciudad de los Dioses sólo hay piedras, y un arco iris que aún espera ser abordado. Cuando pase el efecto, las ruinas se levantarán.

1 comentario:

Anónimo dijo...
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