martes, 29 de mayo de 2007

Duelo con los dioses


Nunca olvidaré aquel partido. En el estadio, basta quedarse quieto, aún en el eco del viento se escucha el 'pok-ta-pok' de la pelota cuando pega en las paredes y luego en los antebrazos y caderas de los jugadores. No cualquiera los ve, porque aquí es distinto, el universo ya está creado. Muchos dicen que sólo pueden mirar las piedras. En el inframundo hay que cerrar los ojos, ese es el secreto. Estaba yo de pie como ahora, de frente a la cancha, y los dioses de la muerte, entre la oscuridad, hacían difíciles jugadas para ganarle a los representantes del lado luminoso del cosmos, hombres ataviados con enormes plumas que salen de sus espaldas. Al final Hunahpú y Ixbalanqué consiguieron la victoria, por eso fueron sacrificados para transformarse en el Sol y la Luna que durante el día y la noche se meten en otros espíritus y cuerpos ayudándoles a pasar el caucho por los anillos de piedra. Eso se puede ver en el firmamento, al levantar la vista y seguir la trayectoria de los astros. Hace no mucho, unos 3,500 años atrás, no fueron pocas las ocasiones en que Voc, el pájaro mensajero del Dios Huracán, acudía a los juegos para tener al tanto a la divinidad maya. Hoy lo sigo viendo cuando se posa a un costado del patio. Me dijo que le ha ganado la afición por el ulama, y que incluso alguna vez voló al Templo Mayor de Tenochtitlan para presenciarlo entre los aztecas, en la cancha que estaba a un costado del templo de Quetzalcoatl y sobre la que los españoles después construirían la catedral. Era tanta la importancia del juego de pelota, dice Voc, que unas 16 mil bolas de hule de cuatro kilos eran surtidas al imperio azteca desde Tochtepec, en lo que hoy es Oaxaca, en forma de tributo anual. Cuando el partido terminaba, es decir, la Tierra se tragaba al Sol, eran cortadas las cabezas de quienes perdían, así se tenía la seguridad de que saliera al día siguiente. Y hoy salió, por eso los rayos descansan en las piedras, y en el viento se pueden oír las jugadas. Voc dice que siempre le ha ido a los hombres, y es que nunca han dejado de jugar. Desde aquí los veo.

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