jueves, 10 de mayo de 2007

proofreader o detrás de las líneas

Unos ojos siniestros, dos huevos blancos con centellas rojas, se mueven entre la penumbra sobre letras regadas, comas y quejumbrosos acentos que alguien dejó sobre la acera de unos párrafos en la vorágine de sus prisas; transeúnte perverso que camina bajo la luna con un bolígrafo flamígero sobre los escombros de una cruenta batalla de ideas entre los que a veces hasta la luz no sabe por dónde huir; barrendero que recorre las calles solitario, prostituta que se sube la falda al más mínimo asomo de coherencia; borracho que busca no tropezar consigo mismo. Esos terrenos son los mejores del corrector. Es el medio de estos espectros que en el amanecer carecen de nombre pero existen y dejan trazos ilegibles como rastro si los persiguen las patrullas del tiempo. Yo los conocí y bebí con ellos una noche. Desde entonces me gustó caminar silencioso en esa ciudad laberíntica y excitante. Por eso sólo espero a que oscurezca.

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