
jueves, 27 de diciembre de 2007
El jinete sin espíritu

jueves, 20 de diciembre de 2007
jueves, 22 de noviembre de 2007
El parte de novedad



miércoles, 21 de noviembre de 2007
Deidad del mar

miércoles, 7 de noviembre de 2007
Ojos y entrepierna
Joseline Ingabire perdió la sonrisa en el cajón de su memoria y tiene la mirada triste, cargada de los horrores del genocidio en Ruanda que entre abril y junio de 1994 dejó 8,000 muertos. Ella, de la etnia tutsi, no perdió la vida, pero milicianos la violaron. El fotógrafo israelí Jonathan Torgovnik la retrató con sus hijas afuera de su casa de paredes de barro, y con esta foto ganó el primer premio de la National Portrait Gallery de Londres. Abajo, en bata, una amiga de la fotógrafa argentina Julieta Sans en un departamento de Buenos Aires, imagen que obtuvo el segundo lugar. Para el concurso la galería londindense recibió 6,900 retratos de 2,700 fotógrafos de todo el mundo. 


martes, 6 de noviembre de 2007
Deporte blanco
Las abejas muertas


lunes, 5 de noviembre de 2007
El Edén y las aguas sucias

martes, 30 de octubre de 2007
El guerrero arrodillado


lunes, 29 de octubre de 2007
De los amigos calaveras

deseado por las mujeres
se encontraba Alberto Calva
ocupado en sus deberes.
A las seis y media en punto
volaba de la oficina
directito pa'l gimnasio
para empezar su rutina.

con sus amigos maloras...
De que marcaría el abdomen
en cuestión de pocas horas...
Con dieta y con ejercicio
logró su abdomen marcar...
y fue tanto su suplicio
que enseñaba el costillar...
Ganó el gran jefe la apuesta
y celebró su victoria
con una gran comilona
como pocas en la historia...
Con lo que se había zampado,
le dio tal indigestión
que su abdomen fue marcado
por la liga del calzón...
Hoy vemos una gran tumba
a mitad de un verde huerto...
en donde por fin descansa
en tragón de Don Almuerto...

con él, ni un error se salva...
además conquistador
era el buen Alberto Calva.
Asiduo cliente del chat
conoció a cierta morrita,
ni tardo ni perezoso
luego luego hizo una cita.

el lugar de la reunión
fue para nuestra sorpresa
en las puertas del panteón...
Alberto llegó puntual
bañadito y perfumado...
Y aparece una silueta
con andar acompasado...
Alberto sólo exclamó
echándose de ojo un taco...
“No mueva así la cuna
que me despierta al chamaco".

él trató de darle un beso
“Así me gustan flaquitas...!!!
la carne pegada al hueso...
Ya lo demás es historia...
hoy la calaca apurada
espera al 'Jefe de jefes'
con la cena preparada...!!!

ligador incomparable
más macho que cualquiera
y sumamente 'responsable'.
Las viejas siempre lo seguían
amores no le faltaban,
pero los corajes y la anemia
por poco lo mataban.
La Parca de él se enamoró
hacerlo suyo pretendía
para lo cual decidió
quitárselo a la que quería.
Para lograr su deseo
un plan elaboró
pues aunque El Jefe es feo
la hormona le alborotó.

a las nueve como cada día
pero convencida se quedaba
de que temprano nunca llegaría.
Frustrada de estar esperando
dejó el tiempo pasar
pues sabía que El Jefe manejando
pronto se iba a matar.
jueves, 25 de octubre de 2007
El mundo se detiene en el patio

miércoles, 24 de octubre de 2007
La ventaja de los cobardes

Una mujer y un hombre jóvenes platican en la parada del camión a las cuatro de la tarde; ambos son estudiantes de la Prepa 5 y ríen, de pronto un delincuente se acerca al muchacho y le exige que le entregue su teléfono celular. La sorpresa, el miedo, el coraje, la adrenalina, dan como respuesta un no. Una pistola le apunta a su cabeza. Nadie puede hacer nada. Los testigos se han paralizado. El malviviente dispara y huye. El cuerpo del joven queda en la banqueta, el que unos minutos antes reía. Lo peor que tiene la delincuencia es la cobardía; a la gente, si no muere por la imbecilidad detrás de un arma, sólo le queda la impotencia, es el costo de no ser como ellos.
martes, 23 de octubre de 2007
Los regresos de Eva

Desciendes, Eva, del paraíso para deleite de los hombres, varios, porque tú no eres de uno solo, esta vez no. Son los comienzos de la noche, las serpientes están cargadas de pecado y te quieren tentar. Una mezcla extraña de especies evolucionadas están reunidas para empezar el tiempo, el regreso al origen, a lo básico otra vez. Te vuelves a lanzar al tubo y te dejas caer despacio, la pista no tiene prisa, con el peso de los ojos que no sientes porque las luces audiorrítmicas se apropian de ti; eres en este momento el centro del universo, el principio de todo, te has escapado de las escrituras. Miras a la nada con tu cara de felina y el cabello que se sincroniza con tus pechos, pero sonríes, y sueltas una mueca helada para que alguien la atrape. Bailas sin pasión, te mueves en una cadencia que hace ruido con la música, no importa, este ritual es para adorar tu cuerpo, el piercing en tu sexo. Eva, desciende de nuevo del paraíso, no importa la noche, reparte tus manzanas. Desciende de nuevo mientras me acabo mi cerveza.
lunes, 22 de octubre de 2007
Coyotes de cuatro ruedas

Ellos alcanzaron el Pico del Águila, y desde el Ajusco pudieron ver la inmensidad de su proeza. Abajo, sobre ocho silenciosas ruedas los Coyotes rodeaban el Castillo de Chapultepec para entrenarse; yo los vi alejarse sincronizados bajo la luz de la tarde hace unos 20 años. Eran organismos humanos relativamente desarrollados en tiempos en que la cibernética presumía al Hombre Nuclear. Aquella piel azteca se despojaba del penacho y los atuendos ceremoniales, para colocarse el traje de licra azul cielo con rayas blancas a los costados; calzaban patines de cuatro ruedas porque los de línea apenas se diseñaban. Todas las tardes en la antigua Milla, en una banca de cemento que ya no existe frente a Los Pinos, se reunían como otros patinadores lo hacían en otros países. México tenía a estos guerreros que sobre sus máquinas caseras recorrieron Calzada de Tlalpan, Insurgentes hasta Cuemanco y regresaban jugando al pañuelo en plena calle, en medio de los autos. Así fue como los conocí, hoy no sé dónde están la mayoría pero aún escucho el siseo de sus correcaminos naranja cuando paso a un costado del circuito de Ciudad Universitaria o en cualquier sitio, con sólo cerrar los ojos y sentir correr la adrenalina. Ellos me diseñaron, como lo hicieron con ellos mismos, y con sus patines. Ahora, en que nuevas generaciones rompen en Ciudad Deportiva el viento con sus ruedas de línea, yo me divierto con los T-rex, al fin que ellos y yo ya no existimos.
La espera del regalo

Cuando abría la bolsa de regalos esperaba que fueras tú. Eso hacía emocionante a los cumpleaños. No eran tanto las velas o el canto de las Mañanitas, sino la posibilidad de que aparecieras. Tal vez que de manera sorpresiva brincaras del papel y, una vez fuera, me abrazaras, imaginarlo siempre me hacía sonreír. Nunca entendí porqué esperaba que tú llegaras en un regalo, y no a través de la puerta o en un choque de miradas en cualquier calle. De hecho, aún no he podido entender de dónde vendrías o de qué manera te reconocería. Pero esa era la ventaja de aquella bolsa: no tenía el espacio para que cupiera alguien más que no fueras tú, y eso me reconfortaba. La he guardado desde que yo mismo la adorné con mis primeras letras, no se ha roto y de vez en cuando me asomo para ver si

Escribir en tu piel

Yo no puedo escribir y observarte al mismo tiempo. O me siento en la vieja silla de madera, a dejarme mecer por el vaivén de mis respiros, las caricias de tu aliento dormida, el mundo real allá afuera, en el pasillo donde fuma la luna, o me dejo caer en el sofá a contemplar tu desnudez, las formas de tus caderas cuando caminas sobre la alfombra descalza, tu pubis que me sonríe. Por supuesto que disfruto tu lengua cuando es amable, entonces se mueve dispuesta a jugar, la sonrisa corre y ella la sigue hasta atraparla, después en mi vientre ambas se enredan con los escandalosos espasmos que anteceden a la luz de los rayos en las noches lluviosas. Pero al despertar no sé si estoy de pie, sólo veo en las penumbras la vieja silla de madera y en el pasillo alcanzo a oír los bostezos de la luna. No he podido imprimir una sola letra en la hoja que desde aquí veo, mi mente quizá está más blanca todavía, Tú, encima, te mueves frenética mesiéndote los cabellos y con tu pecho que escurre, yo no puedo explicar dónde estoy. Unos gemidos que se dejan caer sobre mis párpados me hacen terminar de cerrar los ojos. El mundo real se ha desvanecido. De pronto, una luz divina te enfoca, estás ahí, te has levantado de la hoja blanca llevándote algunas letras, no dejas de ser un ser fantástico, tu pubis de nuevo me sonríe, esta vez no te vayas como lo has hecho antes, al menos déjame leer qué fue lo que escribí.
lunes, 8 de octubre de 2007
Una ignominia

El cemento y las varillas no pueden ser la solución a un fenómeno social histórico. Hoy parece ridículo que se busque detener el paso de personas mediante muros, sobre todo por parte de un país que se ha hecho poderoso con la mente y brazos de los inmigrantes. Las vallas que los vecinos construyen en la frontera sólo causarán más muertes y violación a los derechos humanos. Sombras en el desierto o a través de las montañas se mueven bajo el sol o la penumbra con esa pobreza que los hace criminales a la mirada de satélites, torres de vigilancia, binoculares de visión nocturna,

Nervios de acero

Los dedos parece que no sostienen el cubo tapizado de colores con 7.6 centímetros de esquina a esquina; sus caras cuadriculadas, en desorden, apenas descansan sobre las yemas. La respiración se ha aletargado. Las miradas están concentradas en aquellas manos. No hay tiempo para equivocarse, cualquier rectificación a los cuatro movimientos por segundo que se hacen en promedio puede ser fatal. El reloj no sabe de piedad. La mente tampoco debe tenerla. El cerebro está ansioso por soltar los movimientos aprendidos, el sistema nervioso no pierde comunicación con las manos, el tiempo ha tomado su posición, la sangre también; los números empiezan a correr: 9 segundos y 86 centésimas es el récord para formar las seis caras del cubo de Rubik. Lo tiene un francés, Thibaut Jacquinot. El más cercano a él es el japonés Yu Nakajima, con 12 segundos y 46 centésimas, actual campeón mundial. Algunos cuberos arman el rompecabezas tridimensional con los ojos cerrados, con una mano o con los pies. El mundo lo ha jugado durante 33 años.
miércoles, 3 de octubre de 2007
La corona de la muerte
La princesa Diana voltea hacia atrás para observar a tres motocicletas que siguen muy de cerca al Mercedes S-280 alquilado. Van a más de 190 kilómetros por hora. Antes de entrar al túnel del Pont d'Alma, un auto oscuro había intentado, en maniobras de bloqueo, que el chofer Henry Paul, jefe de seguridad del hotel Ritz de París, disminuyera la velocidad, según esto para poder fotografiarlos mejor. El Mercedes realiza pequeños brincos por las irregularidades del pavimento, acosado por media docena de fotógrafos; los instantes transcurren muy rápido entre el rugir de los motores, los flashes y los manotazos de quienes viajan en ellas. El guardaespaldas de Dody Al Fayed –el único sobreviviente– baja la visera porque una luz muy brillante, proveniente de la parte trasera de una motocicleta, tal vez un potente flash, les da en la cara. Un segundo después el conductor, de quien se dice había bebido, y que intentó esquivar un Fiat 1 blanco que circulaba muy despacio, pierde el control y el Mercedes, entre el chirriar de las llantas, se estrella contra uno de los pilares de concreto que separan los carriles y, con la corrocería dañada y humo, todavía se desplaza hasta detenerse en un muro; la cabeza del chofer, entre la bolsa de aire, acciona el claxon. En el asiento del copiloto, el guardaespaldas tiene la mandíbula desencajada y es presa del pánico. El estruendo rompió la madrugada parisina de ese 31 de agosto de 1997. La princesa queda abajo del cuerpo de su novio y, aún con vida, es trasladada al hospital Pitie Salpetriere; pero antes de llegar la ambulancia se detiene aparentemente porque los médicos le hacían masajes cardiacos. Unas horas antes, los 'paparazzi' habían hecho guardia en el Hotel Ritz, donde Diana y Al Fayed cenaron, ante el rumor de que se anunciaría sus planes para casarse o el embarazo de la princesa; de hecho, el musulmán había comprado una sortija en forma de estrella y con cinco diamantes.


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