lunes, 8 de octubre de 2007

Una ignominia


El cemento y las varillas no pueden ser la solución a un fenómeno social histórico. Hoy parece ridículo que se busque detener el paso de personas mediante muros, sobre todo por parte de un país que se ha hecho poderoso con la mente y brazos de los inmigrantes. Las vallas que los vecinos construyen en la frontera sólo causarán más muertes y violación a los derechos humanos. Sombras en el desierto o a través de las montañas se mueven bajo el sol o la penumbra con esa pobreza que los hace criminales a la mirada de satélites, torres de vigilancia, binoculares de visión nocturna, lentes infrarrojos o miras de escopeta de fanáticos racistas que sólo son superiores en estupidez. El país de las libertades se amuralla en una hipócrita actitud de protección y paranoica seguridad. Ya las fronteras naturales han sido un obstáculo que ha beneficiado a carroñeros como los coyotes, ladrones, policías abusivos y toda la fauna nociva que vive y come a costa del sueño y sudor de los inmigrantes. Tampoco México tiene cara para reclamar, la gente ya no soporta las ínfimas condiciones de vida debidas a la insaciable rapiña y erróneas decisiones políticas y económicas de los personajes caricaturescos que controlan el gobierno. Intereses de todo tipo se mueven de un lado a otro de la frontera mientras la muerte afila su guadaña y los espaldas mojadas aguardan tras los matorrales para evitar ser alcanzados. Otros han sido contratados para levantar el muro.

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