miércoles, 3 de octubre de 2007

La corona de la muerte

La princesa Diana voltea hacia atrás para observar a tres motocicletas que siguen muy de cerca al Mercedes S-280 alquilado. Van a más de 190 kilómetros por hora. Antes de entrar al túnel del Pont d'Alma, un auto oscuro había intentado, en maniobras de bloqueo, que el chofer Henry Paul, jefe de seguridad del hotel Ritz de París, disminuyera la velocidad, según esto para poder fotografiarlos mejor. El Mercedes realiza pequeños brincos por las irregularidades del pavimento, acosado por media docena de fotógrafos; los instantes transcurren muy rápido entre el rugir de los motores, los flashes y los manotazos de quienes viajan en ellas. El guardaespaldas de Dody Al Fayed –el único sobreviviente– baja la visera porque una luz muy brillante, proveniente de la parte trasera de una motocicleta, tal vez un potente flash, les da en la cara. Un segundo después el conductor, de quien se dice había bebido, y que intentó esquivar un Fiat 1 blanco que circulaba muy despacio, pierde el control y el Mercedes, entre el chirriar de las llantas, se estrella contra uno de los pilares de concreto que separan los carriles y, con la corrocería dañada y humo, todavía se desplaza hasta detenerse en un muro; la cabeza del chofer, entre la bolsa de aire, acciona el claxon. En el asiento del copiloto, el guardaespaldas tiene la mandíbula desencajada y es presa del pánico. El estruendo rompió la madrugada parisina de ese 31 de agosto de 1997. La princesa queda abajo del cuerpo de su novio y, aún con vida, es trasladada al hospital Pitie Salpetriere; pero antes de llegar la ambulancia se detiene aparentemente porque los médicos le hacían masajes cardiacos. Unas horas antes, los 'paparazzi' habían hecho guardia en el Hotel Ritz, donde Diana y Al Fayed cenaron, ante el rumor de que se anunciaría sus planes para casarse o el embarazo de la princesa; de hecho, el musulmán había comprado una sortija en forma de estrella y con cinco diamantes.

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